LA
EVALUACION COMO PROCESO DE APRENDIZAJE.
GUADALUPE
DOMINGUEZ SALVADOR.
Evaluar
según Pérez y García lo definen como un “acto de valorar una realidad, que
forma parte de un proceso o realidad a valorar”. Es entendible que la realidad
sobre la evaluación está restringida solo al espacio áulico y que debería ser
más allá; ya que se trata de procesos complejos, ligados a la toma de
decisiones en donde el sujeto evaluado y el evaluador estén en constante
relación de retroalimentación.
Sin
duda alguna los planes y programas de estudios fueron diseñados o han sido
diseñados de acuerdo a las presiones externas, como los factores: crisis
económica, los procesos de globalización, desculturalización, y a la inducción
de políticas neoliberales, políticas educativas descentralizadas.
De
acuerdo a lo anterior es de preocuparse y ocuparse del ¿por qué?, de la
evaluación de los sistemas educativos, encontrando sistemas de control como las
pruebas internacionales (PISA) o las pruebas nacionales “ENLACE”, de corte
estandarizados, donde no se toma en cuenta al contexto nacional, los procesos
complejos de cada entidad, que permita el análisis sistemático de todo el
proceso, para encontrar una visión clara de los errores para corregirlos, de
los obstáculos para superarlos y de los aciertos para mejorarlos y de esta
manera tener un juicio de calidad.
Cuando
hablamos de evaluación se toca la parte ética del ser, como el ¿qué se evalúa?,
¿para qué?, ¿qué se comunica de la evaluación?, y ¿cómo se comunica?, es ahí
donde se debe partir ya que esto toca la sensibilidad que se debe tener para
poder emitir resultados.
Se
debe enfocar al contexto tomando en cuenta, la infraestructura, las relaciones
sociales, nivel socio-económico, usos y costumbres, lengua, aspectos
intelectuales, de inclusión, cuidado del medio ambiente, afectivos, social y ético; en donde la
evaluación debe ser un proceso de construcción de manera holística (según
Jimeno Sacristán, 1992). Donde los procesos evaluativos sean reflexivos, de
acción y nuevamente reflexivos.
Hacer
de la evaluación un arte, como proceso democrático, enriquecedores, de ajuste y
de innovación. No de enjuiciamiento o procesos desvalorativos, donde se tome en
cuenta la vida escolar como entes dinámicas.
“En
este momento de cambio hemos de abrir las ventanas de las aulas, para que entre
por ellas un poco de aire fresco que nos ventile y oxigene”.
Blanco Prieto, 1990.
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